Hoy es un día muy especial, es el día que se reconoció como: «Día del gato». Un día dedicado a este hermoso animal que alegra nuestros días. Que puedo decir de los gatos que ustedes lectores no sepan…Pero lo que si voy hacer es contarles una historia que me marco para toda mi vida.
Por si no lo sabían soy fiel admiradora del gato 🙂 y esta admiración me viene de familia, por que aún recuerdo como mi padre amo a su gato «El multiplicador de billetes».
Mi padre quién tenía una tienda de abastecimiento, cuenta como una mañana encontró a una pequeña gatita en la puerta. Si, el multiplicador de billetes era en realidad una gata. Dice que no pudo resistirse a esos ojos tan amarillos y al parecer fue amor mutuo.
La multiplicadora de billetes era una bella gatita negra que necesitaba un hogar urgente, ya que estaba muy delgada y mi padre necesitaba alguien que le aplacará los molestos bichos del establecimiento. De esta necesidad mutua nació una relación bonita, llena de respeto, cariño y devoción. Esta gatita conquisto el corazón de mi padre, tanto, que le permitió que viviera en su establecimiento.
La gatita tenía un nuevo hogar, donde no le faltaba cariño y leche porque mi padre es de los que piensa que al gato no le puede faltar la leche. En los momentos que no dormía se paseaba por la tienda como si fuera una dependienta más y ésto sirvió para hacer publicidad, ya que, «La tienda del paisa» que era como se llamaba el establecimiento, pasó a llamarse ante los clientes como : «La tienda del gato».
Pues bien, la gata eligió como sitio para dormir nada más y nada menos que el cajón donde se encontraba el dinero, de ahí el nombre por el que la conocemos.
Mi padre cuenta que desde que la gata tomo por costumbre dormir en dicho cajón, no hizo caja mala.
Cada día al acabar la jornada, mi padre contaba sus billetes calentitos y que según él se reproducían.
La verdad es que esta humilde servidora niega de que esa historia pueda ser verdad, lo único que sé es que me emocionó cada vez que escucho a mi padre contar dicha historia.
Era tan fuerte lo que mi padre sentía, que cuando la gatita desapareció (Nunca se encontró), traslado el negocio a otro lugar.
Tenía yo 6 años cuando sucedió esta historia y desde ahí no puedo apartar esta frase de mi padre que me acompaña siempre. «Los gatos son mágicos».
¡Feliz día gatos!